Ajuste de cuentas con la historia a cargo de Archie Shepp

Creemos que las formas musicales del jazz deben ampliarse para incluir un conjunto de nuevas circunstancias artísticas, sociales, culturales y económicas.  A algunos puede que les parezca extraño que la palabra jazz sea mencionada en el contexto de la sociedad y la economía, sin embargo es innegable que los mismos orígenes de esta música y todo su desarrollo posterior están enraizados en ciertas condiciones materiales. Los field hollers[1], el spiritual[2], el blues, cada uno cumplió una función específica en situaciones existenciales muy difíciles y dolorosas. Hoy sabemos que las letras de ciertos spirituals  algunas veces sirvieron como alarma, llamada a las armas, o llanto furioso por el sufrimiento a la vez que gesto de liberación del opresor. Una gran parte del blues es una extensión de este argumento.

Más tarde, cuando los instrumentos musicales reemplazaron la voz humana, la autenticidad poética y el comentario social dieron paso a una forma musical más “pura”. Esta forma musical se desarrolló mucho más rápido que la parte hablada, la prosa de la música. El que un arte popular se transformara en arte nacional y luego en arte universal se debe en gran parte a la plasticidad y amplitud de las sonidos con respecto a los conceptos. Ahora era posible escuchar solo la música, sin la rigidez que estos provocan. El que escucha podía elegir rechazar o identificarse con lo que quisiera.

Puede decirse que los negros (a través del jazz) le dieron a América un indulto algo intranquilo y, como resultado de esta concesión, desarrollaron una forma de arte que puede decirse más “Americana” que cualquier otra. La cruz de nuestra conciencia es el conocimiento del pasado y una nacionalidad precaria. Para nosotros, la música es funcional y estética. El artista dice juzgar la vida, enjuiciarla, aceptarla y rechazarla en nombre de todos. En un mundo complejo y casi siempre dolorosamente injusto, nosotros tomamos el desafío que esta sociedad propone e intentamos una respuesta a través de nuestra música, utopía concreta, potencia de lo todavía no realizado. Nosotros estamos con los poetas de los campos. Solo las sutilezas del lenguaje han cambiado.  Todavía nos acompaña el mismo anhelo esencial de dignidad sobre la desesperación.

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[1] Los Gritos de campo, o Field holler, eran las canciones de trabajo de los negros esclavizados en Estados Unidos: trabajadores de ferrocarriles, molinos y campos de algodón. Se dice que la traducción de estas canciones a la notación de la música clásica resultó tan compleja para ciertos investigadores universitarios que estos tuvieron que recurrir a la representación en un gráfico de la frecuencia de vibración  y el tiempo de canto, a la vez que grababan la imagen del cantante, para poder entender (en sus términos) la música.

[2] El Espiritual negro es un tipo de canto basado en adaptaciones de himnos cristianos  de los esclavos convertidos desarrollado también en Estados Unidos.