Más allá de lo imposible

Por Raoul Vaneigem

Traducido por JM

“Para negar la sociedad se debe atacar su lenguaje” —Guy Debord

Lo imposible es un universo cerrado. Sin embargo, tenemos la llave y, como hemos sospechado por milenios, su puerta se abre a un campo de posibilidades infinitas. Este campo nos pertenece más que nunca para explorar y cultivar. La llave no es ni mágica ni simbólica. Los antiguos griegos la llamaban «poesía», del verbo «poiein», construir, modelar, crear.

Desde que la civilización de mercado instauró el reinado de príncipes y sacerdotes —cuyos lamentables residuos continúan pululando sobre el cadáver de Dios— el dogma de la debilidad, de la innata deficiencia de hombres y mujeres no ha cesado de enseñarse a expensas de la creatividad, que es la facultad humana por excelencia. ¿No condenan las leyes del poder y del beneficio al niño a envejecer prematuramente enseñándole a trabajar, a consumir y a exhibirse en el mercado de esclavos, donde la astucia competitiva ahoga la inteligencia del corazón y la solidaridad?

Nos enfrentamos a una desnaturalización constante en la que la vida se vacía de su sustancia mientras que la necesidad de sobrevivir se reduce a la búsqueda animal de la subsistencia. El incierto derecho a la existencia se adquiere al precio de un comportamiento depredador que monetariza y rentabiliza el miedo.

Mientras que el trabajo socialmente útil —agricultura natural, escuelas, hospitales, metalurgia, transporte— se enrarece y degrada, el trabajo parasitario, sujeto a imperativos financieros, gobierna a los Estados y los pueblos en nombre de una burbuja financiera destinada a implosionar. El miedo reina y responde al miedo. La derecha populista recupera la ira popular. Designa chivos expiatorios intercambiables, judíos, árabes, musulmanes, desempleados, homosexuales, gente de países mediterráneos, intelectuales, foráneos, y así evita ataques a un sistema que amenaza a todo el planeta. Al mismo tiempo, la izquierda populista canaliza la indignación hacia las manifestaciones, cuyo carácter espectacular prescinde de todo proyecto subversivo real. El nec plus ultra de radicalismo consiste en quemar bancos y organizar combates de gladiadores entre policías y alborotadores como si esta lucha en la arena pudiera socavar la solidez del sistema de fraude bancario y de los Estados que, unánimemente, se encargan del trabajo sucio.

En todas partes el miedo, la resignación, la esclavitud voluntaria oscurecen la conciencia de los individuos y llevan a multitudes a los pies de los tribunales y de los representantes del pueblo, que sacan de su cretinización los últimos beneficios que pueden obtenerse de un poder inestable.

¿Cómo podemos luchar contra el peso del oscurantismo que, desde el conservadurismo hasta la furiosa e impotente rebelión de la izquierda, sostiene este letargo de desesperación, aliado de todas las tiranías, por repugnantes, ridículas y absurdas que sean? Para poner fin a las diversas formas de gregarismo, cuyos balidos y aullidos marcan el camino hacia el matadero, no veo otra manera que revivir el diálogo que está en el centro de la existencia de todos, el diálogo entre el deseo de vivir y las objeciones de una muerte programada.

¿A través de qué aberración nos comprometemos a pagar por los bienes que la naturaleza nos proporciona: agua, plantas, aire, tierra fértil, energía renovable y gratuita? ¿A través de qué autodesprecio consideramos imposible barrer, con el aliento vigorizante de las aspiraciones humanas, esta economía que programa su aniquilación monopolizando y saqueando el mundo? ¿Cómo podemos seguir creyendo que el dinero es indispensable cuando contamina todo lo que toca?

Está en consonancia con la lógica de las cosas que los explotadores se obstinen en convencer a los explotados de su ineluctable inferioridad. Pero que revueltas y revolucionarios se dejen encarcelar en el círculo artificial de lo imposible, eso es escandaloso. No sé cuánto tiempo pasará antes de que se rompan las tablas de bronce de la ley del beneficio, pero una sociedad verdaderamente humana no surgirá hasta que se rompa el dogma de nuestra incapacidad para construir una sociedad basada en la verdadera riqueza del ser: la facultad de crearnos a nosotros mismos y de recrear el mundo.

Hasta que las palabras portadoras de vida encuentren su camino en el bosque petrificado, donde las heladas y gelatinosas palabras consagran el poder de una muerte fríamente rentable, tal vez sea necesario repetir incansablemente: sí, es posible poner fin a la democracia corrupta mediante el establecimiento de la democracia directa; sí, es posible seguir desarrollando la experiencia de los colectivos libertarios españoles de 1936 y poner en práctica la autogestión generalizada; sí, es posible recrear la abundancia y la gratuidad negándose a pagar y poniendo fin al reinado del dinero; sí, es posible liquidar el mercantilismo adoptando literalmente la recomendación «Nosotros mismos nos encargaremos de nuestros asuntos»; sí, es posible ignorar los dictados del Estado, las amenazas de las mafias financieras, los depredadores políticos de todas las tendencias.

Si no salimos de la realidad económica construyendo una realidad humana, una vez más permitiremos que la crueldad del mercado florezca y continúe.

La lucha que se libra en el terreno de la vida cotidiana entre el deseo de vivir plenamente y la lenta agonía de una existencia empobrecida por el trabajo, el dinero y los placeres podridos es la misma que intenta preservar la calidad de nuestro ambiente de los estragos de la economía de mercado. Nos pertenecen las escuelas, los productos de la agricultura natural, el transporte público, los hospitales, los asilos de ancianos, la fitoterapia, el agua, el aire vigorizante, las energías renovables y gratuitas, los bienes socialmente útiles fabricados por trabajadores cínicamente despojados de su producción. Dejemos de pagar por lo que es nuestro.

La vida prevalece sobre la economía. La libertad de lo vivo revoca las libertades de comercio. De ahora en adelante la batalla se librará en este terreno.

Raoul Vaneigem

La fuente original en francés puede encontrarse aquí: http://lesilencequiparle.unblog.fr/2012/05/05/par-dela-limpossible-raoul-vaneigem/