Democracia y Capitalismo: los Panama Papers

En el artículo que sigue Slavoj Zizek se detiene en un momento específico: la contradicción entre democracia y capitalismo. El análisis crítico que nos propone encuentra, con mucha razón, un punto muerto en esto que para algunos no es realmente una contradicción; la relación entre la “organización política” de la democracia y el “modelo económico” del capitalismo, y vice versa.

Existen razones de peso para creer que cuando Guy Sorman afirma que “democracia y capitalismo necesariamente van juntos” está en lo correcto, aunque en su caso sea por las razones equivocadas.

Aún así, no necesitamos repasar esas afirmaciones inmediatamente. Por lo pronto, y siguiendo la misma invitación que hace Zizek, pareciera necesario cuestionar aquello que reluce a lo lejos en un altar como una ofrenda divina a la humanidad; y eso es no solo la “democracia-liberal”, sino que la democracia en general. De esta parte “incuestionable” de la realidad lo primero que debiera sorprendernos es, de hecho, su condición de incuestionable.

Creemos que, en términos históricos, el contenido de la democracia está definido por cuestiones que no hemos sido capaces de asumir. Tales cuestiones forman hoy parte de un debate que se está dando en la práctica social en el mundo entero, un debate que tiene la forma de una lucha asimétrica y cruenta. Sin embargo, hasta el momento la teoría ha sido incapaz de ponerse a la altura de esas luchas y cargarlas del contenido que se merecen. Las excepciones a esta regla confirman la pobreza del medio al que pertenecemos.

Capturar con astucia y claridad, como lo hace Zizek, un tipo de fenómeno sicológico de escala social que pocos logran reconocer y nombrar parece ser un gran paso, pero no es el último. La crítica a la ideología no se detiene hasta que se haya agotado la última gota del combustible que la alimenta, y no se hayan desintegrado todas las partes de la maquinaria que la mantiene en movimiento.

 


 

Explicando los papeles de Panamá o ¿por qué un perro se lame a sí mismo?
Por Slavoj Zizek

La única cosa verdaderamente sorpresiva acerca de la filtración de los papeles de Panamá es que no hay ninguna sorpresa en ellos: ¿no aprendimos acaso exactamente lo que estábamos esperando aprender de ellos? Sin embargo, una cosa es saber acerca de cuentas bancarias en el extranjero en general y otra cosa es tener una prueba concreta. Es como saber que tu pareja te está engañando. Uno puede aceptar el conocimiento abstracto de eso, pero el dolor emerge cuando se conocen los detalles. Y cuando uno obtiene una foto de lo que ellos hacían… Entonces ahora, con los papeles de Panamá, cargamos con las fotos de la pornografía financiera del mundo de los ricos y ya no podemos seguir pretendiendo que no sabíamos.

En 1843, el joven Karl Marx afirmó que el antiguo régimen alemán “solo imagina que cree en sí mismo y demanda que el mundo deba imaginar la misma cosa”. En tal situación, dejar en vergüenza a esos que están en el poder se vuelve un arma en sí mismo. O, como Marx explica, “la presión actual debe hacerse más apremiante añadiendo a ella la conciencia de la presión, la vergüenza debe hacerse más vergonzosa mediante su divulgación”.

Esta es nuestra situación hoy: estamos enfrentando el descarado cinismo del actual orden global cuyos agentes solo imaginan que creen en sus ideas de democracia, derechos humanos, etc., y a través de jugadas como las de WikiLeaks y revelaciones como las de los papeles de Panamá, la vergüenza—nuestra vergüenza por tolerar tal poder sobre nosotros—se vuelve más avergonzante al divulgarla.

Una rápida mirada a los papeles de Panamá revela dos notables características, una positiva y otra negativa. La característica positiva es la solidaridad global de los participantes: en el oscuro mundo del capital global, todos somos hermanos.  El mundo occidental desarrollado está ahí, incluyendo los incorruptibles escandinavos, y se dan la mano con Vladimir Putin. Y Xi, el presidente de China, Irán y Corea del Norte también están ahí. Musulmanes y judíos intercambian guiños amigables—es un verdadero reino del multiculturalismo donde todos son iguales y todos son diferentes. La característica negativa es la contundente ausencia de los Estados Unidos lo que presta cierta credibilidad a las afirmaciones de Rusia y China de que particulares intereses políticos estaban involucrados en la investigación.

Entonces ¿qué vamos a hacer con toda esta información?. La primera reacción (y la predominante) es, por supuesto, la explosión de una rabia moralista. Sin embargo, lo que deberíamos hacer es cambiar el tema inmediatamente desde la moralidad a nuestro sistema económico: políticos, banqueros y gerentes siempre han sido codiciosos, entonces ¿qué es lo que en nuestro sistema económico y legal les permitió realizar su avaricia de una manera tan masiva?

A partir del colapso financiero del 2008 figuras públicas desde el papa para abajo nos bombardean con mandatos para combatir la cultura de la excesiva codicia y consumación [1]. En palabras de uno de los teólogos más cercanos al papa: “La crisis actual no es una crisis el capitalismo, sino una crisis de la moralidad”. Incluso partes de la izquierda siguen este camino. No hay falta de anti-capitalismo hoy en día: las protestas de Occupy estallaron hace un par de años, y ahora incluso estamos siendo testigos de una exceso de críticas a los horrores del capitalismo: abundan libros, investigaciones en los diarios y reportajes en la televisión sobre empresas que contaminan despiadadamente nuestro ambiente, sobre banqueros corruptos que continúan obteniendo bonos lucrativos mientras sus bancos son salvados con dineros públicos,  sobre fábricas donde niños trabajan horas extra.

Hay, sin embargo, una trampa en todo este desbordamiento crítico: lo que es por regla incuestionable es el marco democrático-liberal de la lucha contra estos excesos.  El objetivo explícito o tácito es democratizar el capitalismo, extender el control democrático de la economía a través de la presión de los medios públicos de comunicación, investigaciones gubernamentales, leyes más duras, e investigaciones policiales honestas. Sin embargo, el sistema en sí mismo no es cuestionado, y su marco democrático institucional del Estado de Derecho sigue siendo la vaca sagrada que incluso las formas más radicales de este “anti-capitalismo ético” como el movimiento Occupy  no tocan.

El error a evitar aquí es ejemplificado con la historia—apócrifa quizás—acerca de el economista de izquierda keynesiano John Galbraith. Antes de su viaje a la Unión Sovietica hacia el final de 1950, Galbraith escribió a su amigo anticomunista Sidney Hook: “No te preocupes, no seré seducido por los soviets y volveré a casa afirmando  que ¡ellos tienen el Socialismo!”. A lo que Hook respondió prontamente: “Pero eso es lo que me preocupa: ¡que volverás afirmando que la Unión Soviética NO es socialista!”. Lo que le preocupaba a Hook era la defensa ingenua de la pureza del concepto: si las cosas no salen bien construyendo una sociedad socialista, esto no invalida la idea en sí, solo significa que no la implementamos correctamente. ¿No detectamos la misma ingenuidad en los fundamentalistas del mercado contemporáneos?.

Cuando durante un debate televisivo en Francia hace un par de años atrás el intelectual francés Guy Sorman afirmó que la democracia y el capitalismo necesariamente van juntos, no pude resistir preguntarle la cuestión obvia: “¿Pero qué pasa con China hoy?”. A lo que Sorman respondió: “¡En China no hay capitalismo!”. Exactamente de la misma manera que para un comunista democrático el estalinismo no era una forma de auténtico comunismo, para el fanático pro-capitalista de Sorman si un país no es democrático simplemente significa que no es verdaderamente capitalista, sino que practica su versión desfigurada.

El error subyacente no es difícil de identificar—es el mismo que en el conocido chiste: “Mi novia nunca llega tarde a una cita, porque en el momento en que lo hace ¡ya no es mi novia!”. Así es como los apologista actuales del mercado, en un secuestro ideológico inaudito, explican la crisis del 2008: no fue el fracaso del libre mercado lo que la causó, sino la excesiva regulación estatal, es decir, el hecho de que nuestra economía no era una verdadera economía de mercado, pues todavía estaba en las garras del Estado de Bienestar. La lección de los papeles de Panamá es que, precisamente, este no es el caso: la corrupción no es una desviación circunstancial del sistema capitalista global, sino una parte de su funcionamiento básico.

La realidad que emerge de la filtración de los papeles de Panamá es la de la división de clases, y es tan simple como eso. Los documentos demuestran cómo la gente rica vive en un mundo separado en el cual otras reglas aplican, en el cual el sistema legal y la autoridad policial están altamente retorcidos y no solamente protegen al rico, sino que incluso están listos para torcer sistemáticamente el Estado de Derecho para acomodarlo.

Ya hay muchas reacciones derechistas liberales a los papeles de Panamá culpando de los excesos a nuestro Estado de Bienestar, o lo que sea que permanezca de él. Puesto que la riqueza está sujeta a tan altos impuestos no es de extrañar que sus dueños traten de moverla a lugares con bajos impuesto lo que no es, en última instancia, ilegal. Tan ridículo como este pretexto resulta ser, este argumento tiene algo de verdad y tiene dos puntos dignos de notar. En primer lugar, la línea que separa las transacciones legales de las ilegales es cada vez más borrosa y a menudo se reduce a una cuestión de interpretación.  En segundo lugar, los dueños de la riqueza que fue trasladada a cuentas en el extranjero y a paraísos fiscales no son monstruos codiciosos, sino individuos que simplemente actúan como sujetos racionales tratando de proteger su riqueza. En el capitalismo, no se puede tirar el agua sucia de la especulación financiera y quedarse con el bebé sano de la economía real. El agua sucia es efectivamente la sangre del bebé sano.

Uno no debería temer llegar hasta el fondo de esto. El sistema legal del capitalismo global es en sí mismo, en su dimensión más fundamental, corrupción legalizada. La cuestión de dónde el crimen comienza (cuáles operaciones financieras son ilegales) no es una cuestión legal sino una cuestión eminentemente política, un asunto de lucha de poder.

Entonces, ¿por qué miles de hombres de negocios y políticos hicieron lo que se documenta en los papeles de Panamá?. La respuesta es la misma que la del viejo acertijo: ¿Por qué los perros se lamen? Porque pueden.

(1) N.d.T. En varias leyes y tradiciones se le llama “consumación” al primer acto sexual que se realiza después del matrimonio. Según el Código de Derecho Canónico “el matrimonio válido entre bautizados se llama sólo rato, si no ha sido consumado; rato y consumado, si los cónyuges han realizado de modo humano el acto conyugal apto de por sí para engendrar la prole, al que el matrimonio se ordena por su misma naturaleza y mediante el cual los cónyuges se hacen una sola carne.”

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Traducción: JM / 2&3Dorm.